jueves, 31 de mayo de 2012

Brillantes martillazos VII: Zygmunt Bauman

<<En todo amor hay al menos dos seres, y cada uno de ellos es la gran incógnita de la ecuación del otro. Es lo que hace que el amor parezca un capricho del destino, ese inquietante y misterioso futuro, imposible de prever, de prevenir o conjurar, de apresurar o detener. Amar significa abrirle la puerta a ese destino, a la más sublime de las condiciones humanas en la que el miedo se funde con el gozo en una aleación indisoluble, cuyo elementos ya no pueden separarse. Abrirse a ese destino significa, en última instancia, da libertad al ser: esa libertad que está encarnada en el Otro, el compañero en el amor. Como lo expresa Erich Fromm: “En el amor individual no se encuentra satisfacción sin verdadera humildad, coraje, fe y disciplina”; y luego agrega tristemente que “en una cultura en la que esas cualidades son raras, la conquista de la capacidad de amar será necesariamente un raro logro”.

Y lo mismo ocurre en una cultura de consumo como la nuestra, partidaria de los productos listos para uso inmediato, las soluciones rápidas, la satisfacción instantánea, los resultados que no requieran esfuerzos prolongados, las recetas infalibles, los seguros contra todo riesgo y garantías de devolución del dinero. La promesa de aprender el arte de amar es la promesa (falsa, engañosa, pero inspiradora del profundo deseo de que sea verdadera) de lograr “experiencia en el amor” como si se tratara de cualquier otra mercancía. Seduce y atrae con su ostentación de esas características porque supone deseo sin espera, esfuerzo sin sudor y resultados sin esfuerzo.

Sin humildad y coraje no hay amor. Se requieren ambas cualidades, e cantidades enormes y constantemente renovadas, cada vez que uno entra en un territorio inexplorado y sin mapas, y cuando se produce el amor entre dos o más seres humanos, éstos se internan inevitablemente en un terreno desconocido>>.

Amor líquido, Zygmunt Bauman, 2003.

1 comentario:

  1. Pues no tenía ni idea de que esto existía, pero bueno, será por movimientos y “tendencias”... La historia es: si sabemos que hay ciertas tendencias degradantes y/o dañinas para nuestra forma de vida, qué es lo que hace que se impongan ¿por qué la alternativa saludable no es la dominante? El amor tradicional ha muerto, puede que sea mejor así, pero fíjate: se impone la comida de congelador y cada vez hay más restaurantes de comida rápida que no conocíamos (casos recientes: KFC, que no se anunciaba en España, Domino's, que tampoco lo hacía...). Todo esto se impone a sabiendas de que no es saludable. La respuesta: la comida tradicional “es ineficiente, es irracional, no está estandarizada, no es controlable, no es guay, es improductiva”. En una sociedad donde el individuo queda reducido a un granito de arena de cara a la mejora del PIB y todos los procesos tienden a la estandarización, lo que le pase a todo lo demás no importa. Y mientras esa doctrina sea tan fuerte como ahora, las tendencias de este tipo serán solo una toma de conciencia de que algo no va bien.

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