sábado, 18 de agosto de 2012

γνῶθι σαυτόν (VI): últimas reflexiones

"Dentro", J.M

A veces tenemos la sensación de que nuestra conciencia es como una cebolla que alberga capas a la espera de ser retiradas. Al retirarlas, nos encontramos en un proceso de desvelamiento que puede resultar una idílica aventura de verano en unas casos, o un auténtico descenso a los infiernos en otros. Al desvelar nuestro interior en busca de apetencias inmediatas no solemos encontrarnos ante ningún drama, pero esta situación cambia cuando estamos pensando en nuestras inclinaciones, nuestros gustos, nuestras metas, principios o ideales hasta el punto en el que en momentos de flaqueza y duda, buscamos una verdadera revelación. En estos casos, acudimos a nosotros mismos en busca de autocomprensión, autoconsejo a la vez que se pretende derribar muros internos para facilitar la tarea de encontrar una relación más directa, conciliadora y satisfactoria con nosotros mismos. Buscamos sentido a lo que nos ocurre y por eso el expresivismo que planteaba Finkelstein es la mejor intuición tanto para explicar la autoridad de la primera persona como para entender cómo es la relación con nuestra intimidad.

Hablamos con nosotros mismos y en ese acto, abrimos nuestras sensaciones, sentimientos y acciones y los desentrañamos para situarlos en la trama significativa de la vida en la que estamos insertos en compañía de otros sujetos inteligentes y criaturas sensibles, en la maraña de signos, símbolos y relaciones de la que está formada dicha trama. Es un hecho de dicha trama cambia, y es también una virtud del paradigma de Finkelstein el hecho de que su forma de explicar la autoridad de la primera persona pueda a su vez dar cuenta de cómo somos capaces de entendernos a nosotros mismos como una viaje o un proceso, no como un acto. A menudo nos entendemos automáticamente, pero los casos de autoconocimeinto que realmente nos interesan y suscitan nuestra preocupación son aquéllos que nos hacen plantearnos por qué el autoconocimiento es una cuestión enigmática y atractiva. Por que a menudo nos cuesta entendernos, la cuestión nos resulta de interés, y porque a menudo la autoignorancia nos resulta incómoda y aislante, el autoconocimiento se convierte en el paso necesario para relacionarnos con los demás y entender lo que está afuera.

La teorías que hemos mostrado pasaban por dar cuenta de por qué autoconocerse pasa siempre por un proceso entre el sujeto y su intimidad y no entre el sujeto y otro criterio externo para explicar cómo funcionaba el autoconocimiento. La teoría clásica era excesivamente maquinal y fría, y entendía el autoconocimeinto como un acto: el acto de "ver", el acto de "detectar". El constitutivismo introducía la cuestión del sentido para intentar que la teoría reflejara la dimensión interpretativa del autoconocimeinto, pero igualmente todo se resumía en un acto: fijar el sentido de los estados mentales. La autocomprensión a menudo puede ser un fogonazo en el que el sujeto "sabe que p" sobre si mismo. El sujeto congela en su interior un determinado estado mental: "Estoy nervioso". Sin embargo, no todo autoconocimiento puede reducirse a un acto, puesto que a menudo, inmersos en la cambiante trama de la vida, lo que hacemos es ir cambiando el sentido que tienen las cosas para nosotros. Podemos decir que a veces autoconocerse es un proceso que no es la sublimación de un conocimiento en forma de "S sabe que p", sino más bien "S está comprendiendo que p". En este punto desconozco si soy o no fiel a la doctrina de Finkelstein, pero lo cierto es que aprovecho la forma en que Finkelstein describe la forma en que el sujeto va glosando sus estados mentales y los va dotando de sentido en la trama de la vida para sugerir que el sujeto no siempre se entiende en un acto o conjunto de actos, sino que a veces se entiende dentro de un proceso en el que el cambio y la contingencia son las notas fundamentales. Dicho de otro modo: el sujeto está siempre comprendiéndose. Y la mejor manera de entender esto es a través de la glosa de la que habla Finkelstein: "La amo porque me hace sentir bien, porque cuando estoy con ella me siento grande, porque simplemente amo, porque es preciosa, porque...". El expresivismo es fuerte porque en los casos en los que los cambios son progresivos y por tanto lo son también los cambios en los estados mentales, las glosas que se van agregando a los estados también se impregnan de esto: "la amo porque me ayuda a mejorar, porque me da calma, porque me da seguridad, porque...". Las teorías han mostrado mejor o peor rendimiento para explicar la autoridad de la primera persona y para dar cuenta de la relación cono nosotros mismos, pero la única que es capaz de dar cuenta del autoconocimiento como proceso es el expresivismo. ¿Significa esto que es la  teoría vencedora? No lo creo, más que nada porque en filosofía, a menos que uno sea un vendelibros (cosa complicada en  filosofía) nunca nadie gana.

Como hemos dicho más arriba autoconocerse es autoglosarse. Pero, si hemos entendido bien el entendimiento como proceso, si el proceso de glosa es un reajuste continuo en consonancia con lo que ocurre en la trama de la vida, ¿significa esto que no puedo conocerme nunca?¿Cuándo he terminado de entenderme? Podemos decir rápidamente que uno termina cuando quiere, cuando juzga que ya ha terminado de conocerse, de "saber que p". Poner fin al proceso no parece algo tan arbitrario ni consciente. En el contexto de una situación y un determinado estado mental, el proceso de glosa se detiene en condiciones muy enigmáticas y a menudo se reanuda o bien por un cambio o simplemente por lo parece un puro capricho de la conciencia. Es cierto que el autocontrol hace mucho en estos casos, pero todo el mundo se ha sentido atrapado por sus propios sentimientos y comprenderá lo que digo. En cualquier caso, si detener el proceso de glosar nuestros estados mentales fuera sencillo ¿esto no sería como dilapidar el autoconocimeinto como proceso y volver a la idea de que el autoconocimiento es siempre acto? Particularmente, la idea me resulta complicada de aceptar porque hay momentos en los que saber sobre uno no se reduce a una fórmula tal que "se sobre mi que p". Sin embargo, la idea de autoconocimiento como proceso implica que uno no puede terminar nunca de conocerse. Entonces, lo que tiene el sujeto durante toda su vida es algo provisional, deficiente y plagado de fisuras. ¿Estamos obligados a aceptar que  se puede uno morir sin saber quién es?

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