miércoles, 1 de agosto de 2012

γνῶθι σαυτόν (III): el significado de los estados mentales

"Medio lleno o medio vacío", Javier Moreno

Con la teoría clásica, la cuestión de la autoridad de la primera persona queda de alguna manera en el aire. Pero ¿por qué esa fijación? ¿Qué es lo que hace tan importante esa cuestión? La autoridad de la primera persona erige a cada uno de nosotros como la mayor autoridad en la cuestión del conocimiento interno. Si se logra desentrañar en qué se basa la autoridad de la primera persona, estamos a la vez explicando porqué esa autoridad de la primera persona supera en capacidad para explicar y entender el estado interno a cualquier autoridad externa. A la vez, la cuestión del conócete a ti mismo se ilumina, en la medida en que las herramientas del autoconocimiento quedan, al menos en parte, iluminadas. Vimos que "ver" nuestro interior puede sonar sugerente, pero según pudimos ver, esta metáfora no puede pasar de ahí si entendemos que la relación con nosotros mismos no es la de una conciencia que se contempla a si misma en la distancia, desapegada y fríamente, como el que observa un teatrillo de marionetas. Nuestro estados mentales no son los danzarines o las bombillitas a descubrir en nuestra conciencia, sino que ellos guardan una relación más cercana, cálida e íntima con nosotros. La detección, descrita a la manera de los primeros filósofos analíticos, no es satisfactoria más que para un cartesiano radical. Por este motivo, la filosofía de la mente ha intentado ofrecer paradigmas alternativos para explicar la autoridad de la primera persona, viéndose obligada a tocar la filosofía del lenguaje.

¿Como sé yo que el "odio" es odio dentro de mi? Cuando uno está confundido, o bien no sabe que siente, o bien tiene una importante mezcla de sentimientos con los que no termina de aclararse. El primer lema es el que tiene importancia, ya que responde al cómo es posible desentrañar el sentido de los estados mentales. Para sensaciones como el hambre o el dolor, parece sencillo, pero ¿cómo puedo yo extraer el sentido de determinados estados mentales? Cuando me encuentro en un determinado estado de agitación interna ¿cómo realizo el salto para entender que E significa p? A la luz de estas preguntas, una de las vergüenzas de la teoría clásica queda al descubierto al preguntarnos si no es algo extraño que nuestros estados mentales vengan a nosotros cuales apariciones divinas que simplemente hay que señalar. Tiene algo más de sentido pensar que los estados mentales nos vienen de alguna manera "en bruto" y que nosotros hemos de dotarlos de sentido. En este punto, nos encontramos con otro atolladero, incluso antes de que ningún nuevo paradigma sobre la autoridad de la primera persona haya sido presentado, que no es otro que el problema del abismo entre el signo y el sentido del signo, extrapolable a la cuestión que tratamos y enunciado como el abismo entre el estado mental y el sentido del estado mental. Antes de continuar avanzando, el problema ha de ser entendido porque es, en las teorías que se presentarán más adelante, el gran problema a salvar, por lo que tiene sentido que el problema quede presentado como lo que es: una cuestión filosófica dentro de otra de cuyo vadeo correcto depende parte del éxito de las propuestas teóricas.

En sus enigmáticas Investigaciones Filosóficas (1953), Ludwig Wittgenstein expuso el problema del abismo, a la vez que intentaba darle una salida que aún hoy, los doctos en la cuestión, interpretan y analizan. Con todo, en torno al planteamiento del problema del abismo no hay demasiadas discrepancias. Wittgenstein expone la cuestión tomando el lenguaje imperativo de las ordenes como ejemplo. Wittgenstein declara: "Entre la orden y la ejecución hay un abismo. Éste tiene que ser superado mediante un acto de comprensión". Un poco más adelante, continúa: "Sólo ante la compresión se dice que tenemos que hacer ESO. La orden –eso no son sino sonidos,[o] manchas de tinta". Con estas palabras, Wittgenstein pretende romper la supuesta unión indisoluble entre los signos y el sentido de los mismos planteando dudas en torno a la adecuación de la conducta al requerimeinto de la orden. Lo que ocurre es que el sentido se puede quedar en el aire si podemos imaginar una situación en la que alguien ordena algo y en la que es posible obedecer sin adecuarse a lo que la persona que enuncia el mandato tiene exactamente en su coco. Dicho de otro modo: es posible siempre obedecer el mandato pero no acabar haciendo exactamente lo que en términos del emisor del mandato, se nos manda. El abismo se da entonces cuando de alguna manera, las palabras se enuncian y son entendidas, pero no hay comprensión, porque algo del sentido se desvanece en el proceso entendimiento, ya que la persona mandada, a pesar de conocer el idioma no hace lo que queremos, y no ha terminado haciendo lo que "significa" la orden. Al final, debemos admitir que el significado no es algo cerrado y que hay serias grietas y que una vez vemos una grieta por donde entra el escepticismo, la entrada del escepticismo radical es imparable. La idea es que la ligazón entre los signos y el sentido es mucho más rica que un simple diccionario, por lo que no es descabellado plantear el abismo ente el significado y los signos, puesto que estos, no son más que manchas de tinta que, como hemos visto, pueden significar cualquier cosa.

Como hemos dicho, el problema del sentido se extrapola a la cuestión del significado de los estados mentales. El estado de agitación interna nos viene en bruto, como un garabato en una hoja de papel, una mancha de tinta. La conexión entre este estado y su significado se plantea en los mismos términos en los que Wittgenstein planteaba la  cuestión de obedecer las ordenes. Es posible entender un estado mental propio de infinitas maneras posibles porque de hecho, se da el caso de que es posible hacerlo. Entonces, ¿cómo construimos el sentido? ¿Desde qué base? ¿Cómo es posible la autoridad de la primera persona mediando este abismo? 

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