El tiempo se "mide" porque existe el cambio. De no haber ninguna variación, sería imposible dar cuenta del paso de absolutamente nada. De hecho, nos es imposible imaginar una cosa que pasa por multitud de estados distintos y claramente identificables, pero todos ellos, a la vez. Suceder, suceso, está emparentado con sucesión y a su vez la sucesión tiene mucho que ver con el ritmo, la cadencia. Como en una partitura, el tiempo tiene sentido con la sucesión de las figuras y la variación de tono y timbre. Por ello, en el tiempo el cambio es la clave, a la vez que el ritmo. Encontramos fascinante el ritmo y el cambio porque ambos se relacionan de una manera misteriosa y sublime en las cosas que nos rodean. El primero es la cadencia y la sucesión más o menos repetitiva mientras que el segundo posibilita el primero a través de la diferenciación, aunque sea de "lo mismo en otro momento". Ese juego de identidad y diferencia entre lo mismo que se repite y lo que cambia nos acompaña en otro momento y constituye la base de nuestras inquietudes: qué es lo que cambia y qué es lo que permanece en la sucesión, cómo es la sucesión, cómo es narrada, qué implicaciones tiene la sucesión para nuestras vidas, qué relación hay entre una sucesión y otra...
Aquí se ha sucedido un año, en el que muchas cosas han cambiado y otras muchas no son distintas. Seguir el cambio ha sido una de las cosas que más me ha motivado. El cambio en lo que me rodeaba y el cambio en las ideas. Adorno tenía claro que la tarea de la filosofía era la de "seguir el movimiento de la idea", ver qué ha cambiado en las ideas que nos mueven y nos animan. Y puesto que el movimiento no es más que una forma de llamar a la sucesión, un tipo de cambio en el que un objeto pasa del estado A al estado B, estamos, más o menos con Adorno, en el terreno del tiempo y el cambio. Muchos de los cambios nos han llegado por la red de redes y procedían de nuestro quasi virtual mundo, configurado por la sociedad globalizada-internetizada. Vivimos en un tiempo cambiante en el bajo los acontecimientos que a menudo aparecen en los medios, subyacen unos valores y en general, una cultura llena de contradicciones. Hace un año usábamos la metáfora de las cucarachas para mentar esas contradicciones y esas asperezas culturales. Para mi, las cucarachas son esos insectos resistentes y molestos por los que sentimos una repugnancia tan fuerte e irresistible que nos resulta casi un imposible acercarnos a erradicarlas sin saber que algo malo nos puede pasar. Como hace un año, el empeño en señalar esas cucarachas y tomar conciencia de que la tarea crítica es importante sigue siendo una constante. Ritmo.
Otros cambios han venido de vosotros, los que venís por aquí y hacéis el cambio. "Lo mismo", las sucesión de entradas puede dar cuenta de lo de siempre o de lo distinto en lo que nos rodea. A veces, el sucederse de las cosas adormece tanto que el ritmo puede resultar mortal. Mucho más si al ritmo se le añade un fuerte vacío axiológico, algo nada raro en nuestro tiempo. Por eso, aun no tengo muy claro si el ritmo, ese "mismo" que introduzco cada semana, se puede traducir en algo de cambio (en la conciencia del lector o de la mía misma) o si no es más que un producto manso añadido a la masa. No estoy seguro, pero al menos tengo la esperanza de que la gente que viene, comente o no, realiza el cambio al ser "lo otro" en la sucesión de las semanas, las palabras y el sentido. Al menos, espero en el pequeño microcosmos de domingos y lunes, de misas y putas, el movimiento de la idea haya tenido alguna razón de ser.
Muchas gracias a todos, Javier Moreno Vilaplana
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