-¿Por qué luchamos contra los
insectores?
-He oído toda clase de razones-dijo
Graff-. Porque tienen un sistema superpoblado y tienen que colonizar.
Porque no soportan la idea de que haya otra vida inteligente en el
universo. Porque no creen que seamos una vida inteligente. Porque
tienen alguna religión diabólica. Porque vieron nuestro antiguos
programas de vídeo y decidieron que éramos irremisiblemente
violentos. Todo tipo de razones.
-¿Qué cree usted?
-Lo que yo crea no importa.
-De todos modos, quiero saberlo.
-Deben hablar entre sí directamente,
Ender, de mente a mente. Lo que uno piensa, otro lo piensa también.
¿Por qué habrían de desarrollar una lengua? ¿Por qué habrían de
aprender a leer y escribir? ¿Cómo podrían saber qué son la
escritura y la lectura si las vieran? ¿O señales? ¿ O números? ¿O
lo que utilizamos para comunicarnos? Este no es simplemente un
problema de traducción de una lengua a otra. No entienden
absolutamente ninguna lengua. Utilizamos todos los medios que se nos
ocurrieron para comunicarnos con ellos, pero ni siquiera tienen la
maquinaria que les permita saber que emitimos señales. Y puede que
hayan intentado pensar con nosotros, y no entienden por qué no les
respondemos.
-De modo que la guerra se debe a que
no podemos comunicarnos los unos con los otros.
-Si tu compañero no puede explicarte
sus razones, nunca estarás seguro de que no intenta matarte.
El juego de Ender, de Orson Scott
Card, 1985
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