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Fotograma de la serie Walking Dead |
A veces uno tiene uno de esos días raros: en torno a el luce el sol, pero algo le hace mantenerse tenso, en actitud expectante, como si en cualquier momento algo extraño y fuera de lo normal fuera a ocurrir. Hueles a podrido y a veces alguien a tu alrededor también dice oler algo, pero rara vez coincidís en la fuente. Se llega a tener la sensación de estar viendo una de esas pelis de zombis de serie B, justo en el momento en el que las gentes, ignorantes de la infección que les viene encima, realizan sus actividades cotidianas. Cosas como llenar el depósito, comprar un paquete de arroz, pasear al chucho, ver un partido de fútbol o leer un diario de tirada nacional está envuelto en un halo extraño, que conecta esa actividad con la exasperación y el caos del contagio.
Igual es que la incertidumbre en la que
vivimos me ha vuelto algo paranoico, pero no dejo de sentir un cierto pánico que parece arrastrar al ciudadano a asentir ante
medidas extremas de racionalización del gasto y lo que es peor, ante la
vuelta de planteamientos que creíamos muertos y sin futuro. Por esto
no puedo dejar de pensar en la zombifiación social, en el manido
tema del “ciudadano zombi”. Domina un ambiente como el que he
descrito más arriba: las gentes no saben del todo de dónde sale la
amenaza, pero se imaginan que en algún momento alguien dará el
primer despiadado y brutal bocado: detrás de cada esquina, en un
rincón oscuro, debajo de la cama, en el trabajo, en el cine, “¡cuidado, es negro!”...
Contra esta situación extraña resurgen por doquier viejos blindajes ideológicos en los que es
posible colocar todo en su lugar y señalar al enemigo. Surgen, desde
la administración hasta el hogar, pasando por internet, nuevas
formas de violencia social dirigidas a parar y a controlar al
enemigo. Es en esta situación cuando podemos decir que el ciudadano
es ya un infectado. El contagio se ha producido en el momento en el
que está absolutamente convencido de que debe protegerse contra algo
sin hacer preguntas. Sin llegar del todo a saberlo uno está ya
“zombificado” cuando las supuestas medidas preventivas para
evitar la infección se convierten en una praxis maquinal e
irreflexiva. Entonces, los discursos demagógicos y absurdos son
aceptados y repetidos, surgen toda clase de recelos, decaen la
solidaridad y la empatía, el tribalismo enciende sus hogueras para quemar a herejes y a extraños,
prolifera el odio fraternal y al final, se incendia tanto el discurso
que se odia tanto lo que se odia que se olvida cuánto se ama lo que
se ama.
¿Y todo este cuento por qué? Creo que para entender el porqué basta con echar un vistazo al día a día y poner sobre la mesa el auge de los partidos de extrema derecha, la fuerza de grupos ultra, cada vez más conscientes del potencial de su retórica en la
multitud desconcertada, una (por ahora) velada pero rampante
xenofobia, la brecha entre los más ricos y los más pobres, los aplausos hacia nuevas alianzas de poder entre
potencias de escasa credibilidad y dudosas
intenciones, los conflictos sin nombre ni lugar por los recursos
naturales, una juventud en desbandada y muy desencantada... ¿hace
falta seguir?
…LAS PERSONAS QUE NO CREEN EN LOS ZOMBIES SON LAS PRIMERAS A LAS QUE SE COMEN….
ResponderEliminarBartholomew J. Simpson
Vaya, me alegra saber que tengo alguna posibilidad.
EliminarCon los tiempos que corren son sacrificios necesarios, no podemos gastar lo que no tenemos, así que hay que recortar por el bien mayor, porque hemos vivido por encima de nuestras posibilidades... ¿ttttal como están las cosas te pare... te parece bien hacer una... una huel... cerebros...
ResponderEliminar¡Jajajajaja! Mola Jasón, ya hacía tiempo que no te pasabas por aquí.
EliminarSeguía pasando, pero me quedaba calladito en la esquina jajajaja.
EliminarOkay, esta es tu casa.
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