martes, 31 de enero de 2012

Hacia atrás (5 de 5)

El lunes, los muchachos aparecieron con las narices rojas y algo mojados. Mientras se quitaban los abrigos y los dejaban en las sillas a modo de improvisado perchero vieron al profesor sacar un periódico algo arrugado, cuyo titular rezaba: “La Comandancia Árabe Unida se despliega en la frontera con Egipto ”.
-¿Eso de cuándo es?-preguntó Alicia
-Es de una semana antes de que se abriera el frente israelí. Este otro- dijo David levantando otro rotativo cuyo titular decía “La Otan se despliega en el mediterráneo con vistas a frenar a la AUC”,- es de dos semanas después, de Noviembre de 2016.
-¿Ese mismo mes empezaron los bombardeos aquí y en Italia vedad?-dijo Pedro.
-Si, y al poco tiempo me alisté. Jamás pensé que sostendría un fusil porque siempre tuve un discurso bastante duro contra todo lo que tuviera que ver con lo militar y el mundo de las armas. Sin embargo, la imagen de la bomba atómica y los bombardeos en Málaga y Cádiz me llenaron de temor. Me asusté, pero lejos de retroceder algo se incendió dentro de mi y como tantos otros, fuimos directos a la oficina de reclutamiento. Estuve tres meses en el Acuartelamiento de Santa Bárbara III, en Murcia, cumpliendo la instrucción para entrar en la Brigada de Infantería Ligera Paracaidista. En acabar, entré en la Bandera Ortiz de Zárate III. Dos meses después salté desde un T-19 en Túnez dentro de la operación “Bastión Medialuna”.
-¿Estuviste mucho tiempo?-Preguntó Daniel.
-Sí, toda la guerra.
-¿Cómo entraste si sabías lo que hacías?-le espetó Valentina levantando algo la voz.
-Pues ahora sé que estaba furioso. Estaba furioso porque todo aquéllo se nos iba de las manos. Todas mis esperanzas en que las gentes pudieran encontrar la concordia se esfumaron de la noche a la mañana. La fe que podía tener en “la aldea global” se iba derritiendo con el calor de las bombas. Al final me vi a mi mismo dentro de un uniforme y lleno de cólera hacia todo. Las crisis locales en el mundo lejos de solventarse se agravaron y viéndolas venir no supimos hacer absolutamente nada. Entonces tenía dudas de si fallaba nuestra concepción del mundo, nuestra cultura y en definitiva, nuestra civilización, pero visto lo visto no me cabe duda de que así era. Fallamos.
-Bueno, intentabas defenderte-replicó Alicia.
-Y ese es el problema. Las cosas estaban tan enrarecidas que a cualquiera que le preguntaras por qué cogía las armas te diría eso precisamente: “Yo me siento agredido y lo que hago es defenderme”. Por un lado creo que estábamos completamente atrapados, pero igualmente ahora no me siento nada orgulloso de participar-diciendo esto, David bajó la cabeza.
-Vaya marrón-soltó Pedro.
-¿Estaban también atrapados los de la AUC, coreanos, chinos, indios y pakistanies?-dijo Valentina arrugando la cara.
-Yo creo que sí, de la lógica de la dominación nadie se escapaba. Además, muchos de ellos se sentían estafados. Habían luchado por la democracia en sus respectivos países y en general de poco les sirvió para mejorar su situación. Tampoco los tomaron en serio en la comunidad internacional. ¿Recordáis lo que hablamos sobre la dominación y el hambre? Cuando esas regiones consiguieron una cierta independencia nuestro control sobre ellos se esfumó. Dejaron de ser pueblos domesticados. Eso lo notamos sobretodo cuando empezaron a controlar con más fuerza el precio del petróleo. Sin duda eso condicionó mucho el desarrollo de los acontecimientos.
-La gente estaba muy, muy enfadada-dijo Pedro.
-Al principio eso se notaba en el cara a cara. No te temblaba mucho el pulso cuando apretabas el gatillo. Menos aún cuando gran parte de las bajas se producían a larga distancia, y en pocas ocasiones podías ver claramente el lugar del impacto y la cara, entre sorpresa y horror que tenían los combatientes que recibían un impacto y sabían que iban a morir. Algunos tenían algo más de suerte y caían al instante, sin más. Luego avanzabas y veías que habías hecho blanco. En otros casos eran programas informáticos los que dirigían las armas y en definitiva, alguien se limitaba a dar la orden y a apretar un interruptor.
-Es más fácil matar a distancia, dándole al botón ¿verdad?-Preguntó Daniel.
-En general, es todo más fácil si no lo ves. Y aquélla forma de esconder los aspectos más oscuros o vergonzantes de nuestra forma de vida estaban a la orden del día antes de que todo comenzara. Eran como nuestra segunda naturaleza. No es raro pensar que aquéllo se trasladara a la forma de matar.
-Suena asqueroso...-intervino Alicia.
-Y lo peor es que con el tiempo, o te acostumbrabas a eso o perdías la cabeza. Era un constante caminar en la línea roja que te separa de la locura. Y todo con un fusil en las manos, mientras intentas sobrevivir y tomas consciencia de la barbarie que se estaba templando-dijo el profesor.
-¿Y cómo no os disteis cuenta de eso antes?-preguntó Alicia.
-No lo se. Parecía que todo estaba disuelto. Era como si el calor de las bombas lo hubiera derretido todo. Los humanos y las cosas inertes parecían haberse alterado y confundido. Cualquier otro era un extraño y a la vez un enemigo potencial. Habíamos llegado a una especie de delirio solipsista.
-¿Soliqué?-soltó Pedro.
-Solipsismo: solo yo. Solo existo yo-resolvió David.
-Las otras personas eran como marionetas o ya no eran personas-dijo Daniel.
-El otro era "lo que no es yo” en un sentido radical. No era un semejante-a-mi. Eso se aplicaba a cualquiera que no tuviera un fusil entre las manos o no tuviera la misma bandera en el uniforme. Lo peor era que las cosas en el frente continuaban adelante mientras comenzaba el gran hundimiento. Las primeras noticias me llegaron por rumores cuando estábamos intentando asegurar la costa de Túnez, intentado ampliar desde el interior una cabeza de playa.
-Me han contado que fue una auténtica agonía. Era imposible atender a la gente y todo se vino abajo. Faltaba energía, comida y medicinas y con el tiempo, la gente empezó a descontrolarse-dijo Valentina.
-Violencia, robos y represión en el corazón de Europa, Norteamérica y buena parte de América latina, en las islas del Pacífico...-David hizo una pausa-. Pero al final el esfuerzo de guerra se hizo imposible. Se mostró como la muestra más absurda de la dinámica que había dominado los acontecimientos. Familiares y amigos empezaban a palidecer y a enfermar en las colas de reparto de comida del gobierno. Habíamos retrocedido al inicio de la revolución industrial porque la misma máquina creada a principios del siglo XIX quebró, se colapsó. Lo curioso era que podíamos monitorizar lo que pasaba en nuestras casas desde el campamento porque algunas radios se las habían apañado para continuar con la emisión. Estábamos en África, en el continente que vio dar los primeros pasos al homo sapiens, el lugar donde el hambre y la dejadez política habían anidado durante buena parte de la historia moderna, escuchando relatos sobre la muerte de personas en lugares lejanos. Lo mismo, pero cambiando los actores. Empezamos a reflexionar sobre la locura que habíamos sembrado y la ceguera que la había precedido. En algún punto que no logro ver, habíamos perdido una buena parte de nuestra humanidad, que no recuperamos hasta vernos hambrientos, enfermos y pobres.Fue en esa igualdad en enfermedad, hambruna y pobreza cuando descubrimos al otro como verdaderamente semejante, al otro como mismo.
-Y al final se dejó de combatir. Se escenificó el final oficial y punto final en París-intervino Pedro.
-Antes empezaron a haber deserciones en masa. En mi caso, ocurrió que los oficiales nos dijeron un buen día que no avanzábamos más porque al otro lado tampoco lo harían. Al poco tiempo, algunos empezaron a organizarse para dejar clandestinamente el frente. Los que tenían medios robaban vehículos y el escaso combustible que quedaba y emprendían la vuelta a casa. Sin embargo, hay una bonita historia que ejemplifica bien cómo termino todo. Se cuenta que en el frente de los Urales habían dejado de morir soldados por heridas de guerra para morir de hambre y frío porque los suministros habían dejado de llegar. Un pequeño contingente de la OTAN se había quedado aislado, apenas tenían comida y carecían de munición. Intentando buscar refugio en medio de un temporal, acabaron en una pequeña aldea a la que había recurrido un grupo de la AUC en una situación parecida. Al verse, ambos bandos armaron las bayonetas e improvisaron armas con los útiles de montaña. Había mucho hastío y miedo y nadie quería pelear más, así que estuvieron unos segundos frente a frente hasta que sin orden previa, los combatientes dejaron las armas en el suelo espontáneamente y compartieron los pocos víveres que tenían. Se dice que al pasar el temporal, buscaron conjuntamente la salida de las montañas y regresaron a sus casas.
-¿Y si eso ocurrió porque no tenían balas?
Al decir esto Valentina, la sala se oscureció y todos corrieron desconcertados al encuentro del profesor, esperando alguna respuesta. David se encogió de hombros y respondió:
-Es posible.

2 comentarios:

  1. Un final un tanto precipitado, se acelera mucho el ritmo del relato al concentrarse tantos hechos en esta última parte, aunque la verdad es que me ha gustado mucho el interrogante final.

    Todo esto me ha recordado a cierta conversación sobre la guerra y el tema de Libia; el hastío como generador de periodos de paz... al menos durante un par de generaciones. Parece que solo el miedo y el cansancio son capaces de calmar la sed codiciosa del ser humano.

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    1. Era un relato sobre nuestro tiempo. Me importaba menos contar una historia verosímil sobre el futuro con detalles a lo Harry Potter y giros narrativos de novela de consumo. Pero después de todo, creo que esto no son más que excusas: tienes razón, creo que me falta talento.

      Sobre tu segundo comentario, habría que ver qué clase de paz hay en Libia. En el relato, he intentado ser lo más serio verosímil y posible. Y al hablar del futuro inmediato, esto no resulta nada fácil. En un conflicto de esa magnitud, me imagino que solo un colapso del sistema de producción de material militar puede parar una guerra de tales proporciones. Como parece que has leído bien, dejo en el aire la capacidad de los hombres para generar ellos solos el clima propicio para la la paz y la convivencia. Recuerda que no había balas, pero estaban puestas las condiciones para la violencia.

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