miércoles, 13 de febrero de 2013

Ni Toni Cantó se ha entendido



Realmente estamos locos. Resulta que un diputado (Toni Cantó, UPyD) que va a defender una postura pro taurina se mete sin comerlo ni beberlo en un discurso animalista. Luego, el discurso acaba en las redes sociales bajo el título "Los animales no tienen derecho ni a la vida ni a la libertad" y acaba siendo entendido a medias o directamente, al revés. No sé qué me preocupa más, si el hecho de que un diputado diga lo contrario de lo que debe decir para defender su postura (ya que el fondo de su discurso contiene una base profundamente animalista e incompatible con el toreo) o que la gente no se de cuenta de que el diputado no sabe por dónde va su discurso y despelleje al diputado por unas pocas frases muy mal entendidas. 

El discurso pretende ser una reflexión ética sobre el toreo que relaciona el tema del sufrimiento, el derecho y la distancia entre seres humanos y animales. De ahí se pretende justificar una ley en pro del toreo.Teniendo en cuenta el poco tino de lo leído y oído estas últimas horas, creo necesario explicar de qué va el argumento, qué tiene de interesante y aprovechable y  cuál es el  enredo del diputado y de las personas enormemente confundidas por el discurso.

La base del argumento de Cantó es que el ser humano y el animal son distintos en la racionalidad y en la capacidad de elección. La afirmación "los animales no son libres" se debe poner en contraste con la acción de los seres humanos. Porque, que sepamos, los animales no tienen libre albedrío. Por tanto, no les es posible rendir cuenta de sus actos ni pedir responsabilidad por sus acciones. Los animales, por lo que sabemos, no eligen qué hacer, no llevan las riendas de su vida a la manera en que los seres humanos lo hacen. No tienen dilemas morales ("¿matamos a los hombres que nos incordian o no?") ni toman decisiones en torno a qué deben y no deben hacer. Los animales hacen. Los resortes de su biología se ponen en marcha en su entorno para adaptarse y sobrevivir. Este punto no es ninguna tontería en la argumentación, sea animalista o no. Es un punto vital en el debate sobre los derechos animales. Si los animales no son responsables de sus actos (¿le pregunta usted a su gato por qué araña los sofás?), entonces no es posible que sean sujetos de derechos puesto que no les es posible entrar en el juego del libre albedrío-responsabilidad para ejercerlos. Un sujeto de derechos debe poder romper y firmar contratos, esto es, debe poder crear leyes, ceñirse a las leyes, infringir leyes y ser responsable de lo que hace. En este sentido, los animales no pueden tener derechos, porque no pueden ser sujetos de derechos. Supongamos que los animales son sujetos de derechos, que realmente posee esos derechos, ¿cómo los reclaman? ¿Alguien imagina un pollo en un juzgado clamando en contra de la vulneración de sus derechos? Esto último parece una broma, pero no tiene nada de eso. El sujeto de derechos debe poder elegir qué derechos son los que desea tener, debe poder conocerlos y debe poder ejercerlos. Y ese sujeto ha de ser libre y racional. Hasta aquí Cantó acierta porque esto no hay quien lo mueva, si entendemos bien qué es el derecho y cómo funciona. 

Lo curioso es que a poco que nos informemos, el título del vídeo es cierto incluso para parte de los animalistas. Un animalista radical debe darle la razón a Cantó en sus ideas preliminares. Con todo, la cuestión de los derechos animales no se mueve por ahí  porque un animal no puede ser sujeto de derechos, pero sí objeto de derechos, como los coches, las pólizas de seguros y los bosques. Un bosque no tiene derechos porque no los puede reclamar, y aunque es parte "interesada", no puede decirnos qué es lo que es bueno para él. Los humanos legislamos para protegerlos de la posible destrucción. Con los animales pasa tres cuartos de lo mismo: legislamos para protegerlos  Pero ¿cómo? Cantó parece mostrar una contradicción en nuestra forma de plantear la cuestión. Es muy cierto que estar contra los toros le hace quedar a uno como un señor, como una persona sensible y respetable. Es una postura que parece que no requiere ninguna argumentación.  "Está mal y punto", se escucha demasiado. Curiosamente, comer jamón y otra clase de productos derivados del sufrimiento animal tampoco requiere ninguna clase de justificación. Incluso causa ofensa y estupor el mero hecho de poner en cuestión esa práctica. Esa es la "hipocresía" que Cantó trae a colación: "Hola me llamo Libertad, tengo 20 años, vivo en Valencia, soy defensora de los derechos animales y me encanta el queso y el chorizo". 

El delirio de Cantó es que en mitad de su alegato la coherencia le lleva por un derrotero que ni el mismo entiende. Cuando defiende que el sufrimiento es, striscto sensu, el mismo en un matadero y en una plaza de toros y que por tanto comer animales y matarlos en una plaza de toros iguala en el plano de la inmoralidad ambos casos, menciona la continuidad entre humanos y animales en la cuestión del sufrimiento y el dolor. A mi juicio esto es lo mejor y más actual del discurso animalista. Los animales no son sujetos éticos dice el diputado, pero sí sujetos sufrientes, añado. Somos iguales en sufrimiento y sabemos que ninguna criatura quiere sufrir innecesariamente. Cantó se aventura a decir sin más explicación que en los seres humanos no hay obligación moral para con los animales. Lo que no se entiende es que lo diga después de palabras como estas: "Entre los animales y los humanos sólo puede haber trato. Y desde luego todos deseamos que ese trato sea cada vez mejor". El trato es siempre moral o inmoral, porque implica praxis. Hacer algo es siempre moral o inmoral, aunque no se lo hagamos a un ser humano, señor Cantó. Por esto, aunque el animal no pueda ser sujeto de derechos, sí puede ser objeto de derechos, y es posible protegerlo del sufrimiento inútil.

El pobre diputado no entiende nada, como tampoco creo que se hayan observado por parte del gran público algunas sutilezas interesantes del discurso, que guardan relación con las implicaciones que tienen para nosotros como cultura el trato que tenemos con los animales. En este sentido llaman la atención unas palabras de Cantó, incomprensibles en un discurso que pretende ser pro taurino:

El mal trato, señorías, degrada nuestra humanidad(...). Nuestra brutalidad con todos los animales nos hace menos humanos, predispone a ejercerla con nuestra especie.

La inmoralidad de la muerte de un animal para diversión es la misma para el animal que muere en un matadero. Los une el sufrimiento y la consideración que en nuestra praxis hemos de tener para con las cosas que debemos cuidar. Alguien puede decir que el animal sacrificado para comer es útil para nosotros porque nos permite vivir. Es cierto, pero mientras no se resuelva el tema del sufrimiento, hay conexiones entre el matadero y la plaza de toros. Esto es así porque la utilidad de los animales para vivir, al menos en las sociedades avanzadas no es tal, ya que es posible una alimentación sana tanto basada en vegetales y productos animales no derivados del sufrimiento como enteramente vegana que además, es más sostenible y ecológica. La hipocresía que Cantó denuncia tiene vigor, pero no para justificar el toreo.

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