viernes, 22 de febrero de 2013

Hablar, examinar y dudar

"Talk", Foxrina 也许的小狐 http://www.flickr.com/photos/iamfoxrina/

La verborrea metódica de los centros de enseñanza superior no constituye a menudo más que una estrategia para eludir mediante significaciones mudables de las palabras una pregunta de difícil solución, ya que el cómodo y, en gran medida, razonable no sé es difícil de oír en la academias.
Las palabras son de Inmanuel Kant, en Los sueños de un visionario explicados por los sueños de la Metafísica (1766). Tengo algunas dudas sobre la ironía en el uso del término "cómodo". Me inclino a pensar que la aspereza y precisión del lenguaje kantiano lo imposibilitó para la elegancia, por lo que la ironía que encierran estas palabras no se vislumbra con facilidad. En cualquier caso, decir no sé se nos hace costoso por muy razonable que nos parezca. Dejar al descubierto la propia ignorancia frustra y sonroja, parece. En el orden del entendimiento humano, asusta más que sonroja dejar al descubierto fallas importantes en el saber y sin embargo, sabemos que la mayor parte de los fantasmas y quimeras aparecen cuando las fallas de la ignorancia se rellenan de palabras vacías o se intentan disimular con humo. Por esto, decir "no sé" es un ejercicio, es un esfuerzo producto de la humildad intelectual que también puede resultar parte de una actitud, una actitud escéptica.

El escéptico es quien duda, antes que nada. Pirrón, padre del escepticismo, se instaló en él como programa filosófico."Ni sabéis nada, ni lo sabréis nunca", podría haber dicho. Tristemente, no llegó muy lejos dudando de absolutamente todo y afirmando que no hay ninguna clase de conocimiento accesible a nuestro entendimiento. Sin embargo, Sócrates,que llevaba algo del escepticismo consigo, consiguió sacarle partido. Sócrates dudaba de que la gente realmente supiera algo y creía que en realidad, la gente no tenía ni idea de lo que hablaba. Hizo de la duda escéptica su método filosófico y lo convirtió en una actitud, más que en una posición donde instalarse. Hizo del escepticismo algo que podía ponerse en movimiento y evitar que pasara a la historia como una postura dogmática más. Alguien puede decirme que esto es simplemente "espíritu crítico", pero realmente, el escéptico, además de ser crítico, elimina la verdad absoluta e inmutable o al menos, pretende poner en guardia sobre la falibilidad del conocimiento en ciertos ámbitos. Como actitud y reserva frente a la verdad dogmática, el escepticismo resurgió en Hume y pasó al mismísimo Karl Popper (1902-1994) como parte de su doctrina. De este modo, el escepticismo deja de ser una filosofía muerta y pasa a ser la negación de la posibilidad de saber en un determinado ámbito, o la negación, por imposible, de la veracidad de una idea (o ideas) sobre una cuestión concreta. Así, esta postura nos llega hasta hoy: uno es escéptico sobre algo. Sócrates era escéptico sobre lo que sabían sus paisanos. Nosotros podemos ser escépticos sobre la astrología o sobre el fenómeno OVNI. también podemos ser escépticos sobre la existencia del átomo. Sea cual sea el objeto, el escepticismo requiere de nosotros el ánimo para poner en duda cualquier afirmación, así como la necesidad de hacerlo aceptando todas sus consecuencias. Sin duda, esto incluye la posibilidad de destruir todo aquéllo que pensábamos sobre una cuestión y por supuesto, que estemos, antes del examen, dispuestos a pensar que aquéllo que creemos sobre la materia pueda ser falso. Si esto no es así, no estamos ante nada parecido al saber, estamos en una liturgia donde nosotros somos el capellán y nuestros oyentes, pobres ovejitas. Esta idea, así expresada, es dinamita contra el dogma, pero también contra la prepotencia y el paternalismo intelectual. La mejor forma de respeto dialéctico.

Por contra, el defecto de esta actitud es que resulta enormemente autoexigente. Si queremos serle fiel, nosotros mismos somos el primer blanco: ¿Estoy haciendo esto por conveniencia o por amor? ¿Esto es vocación o es otra cosa? ¿Siento realmente odio? Los frutos para el autoconocimiento son largos y en ocasiones amargos, pero los frutos para el conocimiento, en general, pueden serlo incluso más. Los panfletos y las frases de terceros se deben acabar. En la búsqueda de lo más parecido a la verdad el contraste debe ser extemo, ya que sképtomai, el verbo raíz de la voz  griega skeptikos, significa "examinar atentamente". Y no hay examen  decente y riguroso que no pase por todas las opciones posibles en una cuestión determinada. Así, esta actitud no es sólo la asunción de la sana necesidad de decir "no sé" o "tengo mis dudas" cuando es necesario, sino también la asunción de la necesidad de ir al "infierno" de la posición contraria a examinarla sin ninguna clase de prejuicios. El muñeco de paja no es una opción, hay que asumir las contraargumentaciones con entereza, agudeza y auténtico respeto. De lo contrario, hablamos solos, nos construimos una torre de marfil impenetrable a otro lenguaje y a otras sensibilidades. Con el tiempo, las palabras significan sólo lo que nosotros queremos y poco a poco, el mundo es sólo lo que sale por nuestras bocas. Poco a poco emerge "la verdad caiga quien caiga" y el concepto de justicia y humanidad se funde lenta complacientemente con nuestro examen de conciencia hasta que al final, ya no hay nada que decir, nada que escuchar y nada que hacer. Todo está dispuesto.

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