miércoles, 11 de enero de 2012

Hacia atrás (2 de 5)

 -El profesor que tuvimos el año pasado nos explicó que había problemas: conflictos armados, tensiones sociales y culturales, pobreza… etc. Esa utopía que dices no era real-replicó Daniel.
-Lo que he dicho es que la gente creía vivir una utopía a pesar de los problemas. Voy a ver si explico mejor eso: Del mismo modo que tomábamos distancia con el pasado, también nos distanciamos, esta vez psicológicamente, de asuntos que podían enturbiar ese clima. El hombre de a pie consideraba sus problemas sólo aquéllas cuestiones que realmente convivían con él, y la política respondía a ese input poniendo los medios para solucionar solo esas cuestiones ¿Os acordáis que antes os dije que no teníamos una medida de cuánto más queríamos? Pues bien, en nuestras sociedades, gran parte de la energía se quemaba en satisfacer una sociedad enferma de insatisfacción.
-¿Y ese clima de verdad ayudo a que se iniciara todo? ¿Cómo?- Preguntó un muchacho que ocupaba con otros dos compañeros el sillón.
-Mientras medio mundo se preocupaba de sus asuntos, la otra mitad malvivía y hacía de la miseria, del horror y la enfermedad su día a día. Como ha dicho Daniel, había hambre y conflictos bélicos. Mientras, nuestra forma de vida tenía como uno de sus pilares dejar en segundo plano todas aquéllas cuestiones que estaban a la vista solo con sólo encender la televisión, abrir un periódico o conectarse a la red. No necesitáis que os explique la cantidad de información de la que se disponía.
Los muchachos solo hicieron un gesto para indicar que aquello no era necesario. En ese instante David se dio cuenta de que en su pequeña sala de estar reinaba la quietud. Los muchachos le miraban en silencio esperando a que continuara la explicación. Concentrado en ese silencio, su subconsciente le trajo a la mente aquel día en el que impávido, contemplaba el chorro de luz amarilla dibujaba en su televisión la forma del ángel de la muerte. David aún recordaba cómo el impacto de aquella imagen le hizo orinarse encima, antes de apartarla de su cabeza.
-¿Todo aquello se volvió en nuestra contra?-dijo Alicia.
-Sí, la ceguera hacia el pasado nos impidió ver que la estructura profunda de muchos de los conflictos que antaño habíamos asociado a un clima prebélico estaban tocando a nuestras puertas. Creíamos tener la lección aprendida, pero los estadistas solo fueron capaces de reconocer estos síntomas cuando aquello era imparable-respondió el profesor.
-¿Hablas de las violaciones de los Derechos Humanos en el conflicto Israelí o los problemas en Corea, Afganistán, China o cosas como la creación de la Comandancia Árabe Unida?
-En realidad yo me remonto a algo antes. Cuando apelé al "efecto 2000" quería llamaros la atención sobre el tipo de cultura que rodeaba aquéllos años. Formaba parte de nuestra vida saber que gran parte de la población mundial vivía un autentico infierno. Pero como nuestra capacidad de acción quedaba restringida a los asuntos que a la mayoría de nosotros nos tocaban directamente, asuntos como el hambre en el tercer mundo estaban siempre a la cola en nuestras prioridades. Y eso sí que tuvo un efecto en nuestra contra.
-Suena fatal esa manera tan pragmática de plantear el asunto del hambre. Y ya sabemos que había muchísima hambre antes de la guerra-espetó Daniel.
-Es un hecho que el hambre propicia que la conciencia de las gentes se vea más fácilmente empujada a hacer, o sencillamente dar su visto bueno a acciones que en otros casos no haría si tuviera satisfechas sus necesidades básicas. Esa es una de esas obviedades que se olvidan-replicó David-. Por otro lado, precisamente el que insista en el asunto del hambre hace que no solo hable de la guerra desde una perspectiva neutral y amoral. Hablar del hambre en este caso es hablar de sufrimiento y muerte evitables. Y hablar en estos términos es sacar a la palestra cuestiones éticas.
-Ya...
-¿Y no es posible que estés cargando una responsabilidad que en realidad no os tocaba? Además, al decir que el hambre hace a la gente hacer cosas que de otra manera no harían no has explicado del todo cómo el hambre llevó a la gente a la guerra-dijo una chica que estaba sentada en una silla, junto a la mesa.
-Eso, eso. Valentina tiene razón. Vosotros vivíais vuestras vidas y la situación de esa gente estaba causada por sus gobiernos-interrumpió airado el muchacho acomodado en el sillón.
-Veamos eso…-prosiguió David fijando la mirada en el muchacho.
-Pedro, me llamo Pedro.
-Bien Pedro-dijo paseando la mirada del muchacho a Valentina-. Las cosas en lugares como África y buena parte de América latina y Asia no eran solo producto de gobiernos corruptos porque nosotros también los teníamos y no vivíamos en aquélla miseria. Es difícil explicarlo evitando generalizaciones que dejen de lado la particularidad de cada nación, pero en buena parte de esos casos los problemas endémicos estaban causados no sólo por la ineficacia de sus gobernantes, sino por nuestra incidencia directa o indirecta. Vale como incidencia directa la forma en que muchas de esas regiones habían sido arrasadas en el pasado por nosotros y abandonadas a su suerte cuando dejaban de ser valiosas o las cosas simplemente se tornaban turbias. Este caso vale para prácticamente todo el continente africano. Otra forma de incidencia directa era el expolio, a veces legal, a veces ilegal, que nuestras corporaciones llevaban a cabo en sus fuentes de recursos naturales. Por no hablar de las de condiciones trabajo que nuestras corporaciones imponían en aquéllos lugares como condición para su establecimiento.
-Pero esas cuestiones podían haberse resuelto poco a poco si tuvieran gobiernos que gobernaran para todos y no para unos pocos, encargándose de ir mejorando el nivel de vida en vez de instalar el terror-protestó Pedro.
- Es posible. A veces la violencia local hacía que en aquéllos lugares imperara el caos y hacía imposible restaurar la paz. Y donde no hay paz no hay más que miseria. Pero lo que en realidad ocurría es que algunos de esos gobiernos estaban respaldados por las potencias del primer mundo-dijo el profesor.
-¡Y eso se sabía!-Gritó Pedro visiblemente airado, haciendo aspavientos que obligaron a apartarse a sus compañeros de asiento.
-En algunos casos era flagrante, mientras que en otros las reglas de juego lo permitían sin reservas de ningún tipo.
-Entonces no siempre los poderosos eran responsables de lo que ocurría a pesar de que no mejoráramos las condiciones de vida-dijo Valentina.
-Para nada, esas reglas dependían de las naciones poderosas. Las condiciones de vida no se mejoraban porque un reparto más igualitario se veía como un empobrecimiento y una rebaja de las condiciones de vida de las naciones que se llamaban a ellas mismas desarrolladas. Aunque fuera legal, a mi no me parece que aquello fuera moral-replicó Daniel.
 -Suponiendo que las mismas reglas de juego que llevaban a esas situaciones de explotación y pobreza se pudieran justificar puntualmente, la moralidad de mantener en el tiempo dichas reglas de juego es más difícil de sostener, e indudablemente podía entenderse (y de hecho así se entendió) como una forma de violencia indirecta. Entendedme: no se hacía daño con balas, bombas o expropiaciones y por ello la violencia no era directa, pero se condenaba a la miseria y a la muerte y por ello la violencia era indirecta. En este contexto ¿entendéis mejor la relación entre pobreza y violencia? -preguntó David levantando la vista hacia la ventana por la que entraba una luz gélida y mortecina, filtrada por la niebla-.Pensad en esto y lo retomamos después de un descanso.
El coloquio se fue disolviendo lentamente al tiempo que se formaban algunos grupos de chicos que continuaban discutiendo o mataban el tiempo con juegos. David se alejó de la pequeña habitación en dirección a su dormitorio. Allí se tiró en la vieja cama e hizo un esfuerzo por recordar aquéllos años amargos. Regresaron los momentos posteriores a la difusión de aquéllas imágenes indescriptibles en las que el mundo entero estaba al borde del abismo. Hasta ese preciso instante, la muerte de personas reales a través de la televisión era algo cotidiano que no alteraba mucho su ánimo. Resultaba trágico que tanto David como cualquiera de sus vecinos aceptaran inconscientemente que la intolerancia ante el dolor en lugares lejanos estaba cómodamente apartada de la vida pública y privada.
David comenzó a darle vueltas a los hechos. Al principio de todo, se seguía contemplando la violencia en lugares como Cachemira, China e Israel como un hecho ajeno y pasajero. Cuando los problemas empezaron a multiplicarse y la violencia empezaba a hacerse más virulenta, la sensación de inseguridad sólo tocó algunos ámbitos, que no tuvieron el eco necesario. Ni siquiera la guerra civil china que estalló un año antes del inicio de la guerra indopakistaní consiguió hacer que la idea de que la muerte en masa podía llamar a la propia puerta llegara demasiado tarde para frenar lo que estaba por llegar. Después de un serio fracaso diplomático India y Pakistán se encontraban oficialmente en guerra. El 5 de Marzo de 2016 un brazo de las tropas Indias desplegadas a lo largo de la frontera con Pakistán avanzaba hacia el norte, rumbo a Baltistán, una región de Cachemira en manos de Pakistán. La comunidad internacional (en concreto la ONU), no solo fue incapaz de evitar la guerra, sino que no pudo hacer cumplir unos mínimos de respeto entre los dos países beligerantes. Antes de la guerra, el terrorismo, presuntamente amparado por Pakistán, hizo que India empezara a perder la paciencia y hubo numerosas y confusas denuncias de violaciones de derechos humanos. Cuando estalló la guerra, había demasiado odio contenido y todos los días había masacres de civiles.
Mientras tanto, la tensión entre las dos Coreas se recrudecía y el escaso crédito en el consejo de seguridad de la ONU se debilitaba cuando una vez más se rompía un acuerdo por medio de veto. A pesar de la oposición generalizada hubo intervención militar. El día 12 de Julio empezaba el choque a lo largo del paralelo 38º entre Corea del Norte y Corea del Sur, amparada por EEUU y un simbólico contingente japonés. En Israel las cosas empezaron a empeorar desde la guerra del Líbano. Paso a paso, días tras día, se rumiaba odio en los dos bandos, odio que fue sin duda el caldo de cultivo de una herida infecciosa que no solo no lograba curarse, sino que producía incapacidad, parálisis y muerte. Las estrategias tanto por parte de Israel como por parte de todas las facciones que tomaban parte en el conflicto en Gaza comenzaron a hacerse más agrias. La tensión se disparó cuando la Liga Árabe incluyó un Comandancia Árabe Unida que funcionaba de manera parecida a la OTAN. La posibilidad de un mundo árabe armado y coordinado infectó de miedo todo Oriente Próximo. Ese miedo se contagió al mundo entero, junto con la maraña de violencia ambiental, discursos fuera de control y parálisis.
La auténtica locura empezó el 21 de Julio de 2016. David recordó que aquel día se levantó con la noticia de que el ejército Indio estaba logrando un avance bastante rápido. Poco después, las televisiones del mundo entero difundían la noticia de la explosión de un dispositivo nuclear en Nueva Delhi. Minutos después comenzó la escalada nuclear. El mundo entero contemplaba por primera vez, lejos de las simulaciones por ordenador que aparecen a menudo en las películas, los efectos de un combate en el que la destrucción mutua estaba asegurada. Se había puesto en práctica la lógica del 1+1=0.
Hizo números un momento, y estimó que en la explosión de Nueva Delhi murieron unos dos millones de personas. Unos 10 minutos después, tras la escalada nuclear, el saldo de elevaba a unos diez millones más, contando víctimas indias y pakistaníes. Con todo esto rondando su cabeza, se dijo lleno de estupor "sigo pensando igual... en números".
-¿David?-preguntó al otro lado de la puerta una chica, sacándolo de sus delirantes recuerdos.
-Ahora salgo, deja que tome aire-respondió con la voz quebrada.

2 comentarios:

  1. me encanta el relato enhorabuena ^^ realmente vales para escribir

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por leer, comentar e ingresar como seguidora. Espero poder mejorar más en el futuro, porque queda mucho camino.

    ResponderEliminar