Para empezar, debemos
hacer una mínima aclaración que espero no resulte idiota por su
simplicidad: uno siempre es consciente (o inconsciente) de algo, ya
que hablamos de un verbo transitivo. Cuando en general hablamos de
consciencia se entiende que estamos ante un proceso en el que el
sujeto se encuentra ocupado en algo, pendiente de algo; cuidando. Ese
algo que ocupa su pensamiento o acciones es precisamente de lo que es
consciente. En el terreno de las ideas y pensamientos, nos
encontramos que cuanto más interiorizado está aquello de lo que uno
es consciente, resulta posible pensarlo más de cerca y resulta que
aquello de lo que se es consciente forma parte de nosotros como
nuestra carne, luego se cree en ello y se actúa en conformidad con
ello con pleno conocimiento. Descubrimos entonces que aquéllo en lo
que creemos y pensamos de manera consciente lo vivimos con todas sus
consecuencias y que estamos en disposición de hacemos responsables
porque estamos cuidando, estamos pendientes de lo que nos ronda en la
cabeza y hemos comprendido las puertas abiertas ante nosotros, hemos
valorado y hemos elegido. “Esto es como respirar”, podría
decirse. Y en parte la analogía es válida, porque al igual que al
respirar, si no elegimos nada acabaríamos muertos. Sin embargo, hay
algunas diferencias importantes que no son moco de pavo en todo eso.
En la elección, nuestra vida tal y como es, está en juego, luego
nosotros mismos estamos en juego. Lo que haga (o no, porque no hacer
es más a menudo de lo que pensamos un hacer) configura quién soy y
cómo hago el mundo que me rodea. Por esto, dejar de respirar y dejar
de elegir de esta manera nos llevan a la muerte de distinta manera,
puesto que hay gentes de las que diríamos que han perdido la vida
pero que respiran y están vivas.
Se puede andar por ahí,
como decía Ortega y Gasset, como sonámbulo. Hoy día tenemos un
icono mucho más elocuente y adecuado a nuestro mundo postmoderno
para describir eso. De hecho, es tan adecuado que, explotado al
máximo por la industria de del cine, la televisión, la literatura y
el marketing, se olvida de su caracter satírico primigenio. No es
otra cosa que el zombi. Esta criatura necesita deambular en busca
de presas porque así lo dicta su naturaleza. Y según la película,
cómic, videojuego o libro tendrá más o menos capacidades para
lograr esto (correrá o no, abrirá o no puertas, saltará e incluso
vomitará ácido), pero lo que no hará es preguntarse porqué hace
lo que hace. Dicho de otra manera: no se preguntará si es consciente
de lo que está haciendo porque el zombi está programado y se moverá
en busca de vísceras y entrañas hasta su completa destrucción.
Pues bien, no me cabe ninguna duda de que el ciudadano de hoy se
parece mucho más que ayer a un zombi. “Hay que votar, vota X, no
te quedes en casa...”, se dice constantemente. Esta frase y su
concreción en el voto son al ciudadano lo que el hambre y las
entrañas son para el zombi. Somos como primos cercanos, somos
zombielectorado.
¡Pero
demonios, claro que hay que votar!, me suelo decir, porque lo que
fundamentalmente nos convierte en zombielectores,
no es a quién votamos, sino cómo ejercemos ese voto. Pero como suele ocurrir, siempre nos encontramos con "la última vuelta de tuerca", algo que toca los límites. Por eso el zombielector no es un extremo teórico, sino algo real. La prueba de que en alguna parte encontramos esa vuelta de tuerca en el empeño creciente en combinar a esta criatura comecarne con
el ciudadano lo he encontrado en una web. Resulta que aquí
(http://www.elecciones.es/)
resolveremos, después de 15 preguntas, cuál es
el destino de nuestro voto. Así de fácil, así de rápido y para
toda la familia. Todo en un click y al alcance de tu mano. Y además
¡es gratis! ¡No tendrás que pensar por más de 10 minutos!. Lo más
paradójico en esa web es que en una esquina aparece un eslogan que
reza: “el voto consciente”. La verdad, como no sea consciente
de que están eligiendo por uno,
no le encuentro ningún sentido.
Siendo
sincero, a estas alturas no me parece tan extraño que iniciativas
como esta salgan adelante y que alguien haya pensado esta aplicación
web que, teniendo en cuenta lo que uno ya tiene en la cabeza, se
encargue de terminar el proceso de pensamiento y elección. La
política sufre un creciente y fuerte desgaste desde que no deja de
ser un juego de oferta y demanda. En
ella, los votos son lo que al mercado es el capital. El objetivo es
saber atraerlo mediante las estrategias más eficaces, de modo que
desde el momento en que la eficacia entra de lleno en el juego de la
lucha por votos, la política ha devenido en la persecución
maquiavélica de la mejor manera de llevarse al ciudadano al
bolsillo. Esto explicaría porqué los programas políticos, que se
parecen cada vez más a virus que infectan al ciudadano llenándolo
de miedos, dogmas y problemas peculiares, son tan eficaces generando
esa hambre que nos hace ir angustiados y medio programados a las
urnas. Este esperpento se termina fraguando cuando se dan las
condiciones para la aparición de una dejación en la elección, que
vemos ejemplificado en esa web, en la que tanto el acto de
consciencia de si (el autoescrutinio y puesta a prueba de las propias
conclusiones) como el de consciencia de lo que se va a hacer (las
implicaciones de la puesta en practica de nuestras resoluciones)
quedan automatizados por algo que no somos nosotros mismos. Es aquí
cuando uno ya es un zombielector que
corre a las urnas tambaleante y no solo angustiado y expectante ante
una posible cura para los miedos y problemas que en en parte vienen
de fuera, del virus que lleva dentro, sino que también lo hace sin
ser consciente de porqué ha llegado a las resoluciones que le llevan
a un voto determinado, alienado por los productos del mediático
mundo actual. En definitiva, puede terminar no siendo consciente de
lo que se trae entre manos, lo que resulta doblemente eficaz para los
brokers del poder, que
habiendo automatizado (y por ello, alienado) la tarea más importante
del elector (pensar y elegir), se pueden limitar a crear la pandemia
más eficaz para contagiar a la mayor cantidad de ciudadanos posibles
y transformarlos en sus
zombis.
Alaaaaaaa
ResponderEliminarEso es disonancia cognitiva :)
ResponderEliminar¿El que?
ResponderEliminar"Alaaaaaa"
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