“<<Agradezco vuestras palabras y os
estimo, atenienses, pero obedeceré al dios antes que a vosotros y,
mientras tenga aliento y pueda, no dejaré de filosofar, de
exhortaros y de hacer demostraciones a todo aquel de vosotros con
quien tope con mi modo de hablar acostumbrado>>, y así, seguiré
diciendo: <<Hombre de Atenas, la ciudad de la más importancia
y renombre en lo que atañe a sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas
de afanarte por aumentar tus riquezas todo lo posible, así como tu
fama y honores, y , en cambio, no cuidarte ni inquietarte por la
sabiduría y la verdad, y porque tu alma sea lo mejor posible?>>,
y si alguno de vosotros se muestra en desacuerdo con mi y asegura
preocuparse, no le dejaré marcharse al punto ni yo me alejaré, sino
que le haré preguntas, le examinaré, le pediré cuentas, y, si no
me parece estar en posesión de la virtud, aunque me lo diga, le
echaré en cara su poco aprecio de lo que más vale y que estime en
más lo que es más vil. Éste será mi modo de obrar con todo aquel
con quien yo tope, sea joven o viejo, extranjero o ateniense, pero
preferentemente con estos últimos, por cuanto que estáis más cerca
de mí por razón de nacimiento. Pues es es lo que ordena el dio,
sabedlo bien; y yo considero que no habéis tenido en al ciudad mayor
bien que mi labor al servicio del dios. Efectivamente, yendo de acá
para allá, no hago otra cosa que tratar de convenceros, tanto a
jóvenes como viejos, de que no debéis cuidaros de vuestros cuerpos
ni de la fortuna antes ni con tanta intensidad como de procurar que
vuestra alma sea lo mejor posible: para ello os decía que no nace la
virtud de la fortuna y, en cambio, la fortuna y todo lo demás, tanto
en el orden privado como en el público llegan a ser bienes para los
hombre por la virtud. Pues bien: si diciendo esto corrompo a los
jóvenes, será ello nocivo; pero si alguien sostiene que yo digo
algo distinto miente. Y con relación a eso mismo he aquí lo que os
diría: <<Atenienses: tened presente que yo no puedo obrar de
otro modo, ni aunque se me impongan mil penas de muerte; con este
pensamiento, haced caso a Anito o no se lo hagáis, absolverme o no
me absolváis>>”.
Apología de Sócrates, Platón, S. VI a.C
Me gustaría, un poco al hilo (en realidad no tanto), dejar un enlace a una entrada de un blog que me ha resultado de mucho interés: http://miagoraparticular.blogspot.com/2010/04/todas-las-opiniones-son-respetables.html
ResponderEliminareiii Javi! Gracias por tu comentario :)
ResponderEliminarAunque no sepa mucho de filosofia iré leyendo lo que pones, y sí, a ver si estamos en contacto por aqui, aunque aún no me entero mucho de como va esto de los blogs... todo es investigar supongo :P
un beso muy grande!
Espero que asi sea bonica. Este espacio está aquí para ti y para todo el que invites. Otro besito para ti :)
ResponderEliminarQue bonito joder (el texto)
ResponderEliminarYa lo creo. Es como una píldora ultraconcentrada de filosofía. Y para lo bueno y lo malo, este discurso no se ha perdido.
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