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imagen de Enciclopedia universal clismón. Editada por Random House Mondadori. |
Tenemos multitud de maneras
se saciar nuestros apetitos. Encontramos cada vez una menor
restricción a la hora de llevar a término nuestros placeres. El
mandato que nos impele a gozar es poderoso. Curiosamente, casa con
una relativa facilidad para llevarlos a cabo: descargas digitales,
mayor cantidad de horas de ocio, condones, juguetes de todo género y
uso, salas de concierto, bares, comida grasienta, sexo sin
compromiso, videojuegos educativos, cine porno, violencia
gratuita...etc. Una maquinaria engrasada al servicio del placer, tal
y como pronosticaba el filósofo inglés Bertrand Russell.
Hoy día, si existe un número significativo de personas que desea
pagar por algo y puede permitírselo, habrá interés en producirlo y
acabará sobre la mesa. En el caso de que lo que se desea sea ilegal
o ande al límite de lo socialmente aceptable, estará debajo, pero
estará igualmente. Lo que me fascina, a pesar de la variedad de
modos de consumir placer que encontramos alrededor, es que
nunca parecemos saciados. ¿Es posible que haya un cierto tedio a nivel social? En este sentido, Bertrand Russell se atrevió a pronosticar
una sociedad lo suficientemente anclada en el hedonismo y tan
saciada que incluso algunos individuos tendrían poco o nulo
aliciente vital. Habría tal nivel de saciedad y aburrimiento en
algunos individuos que la vida les podría acabar resultando
verdaderamente insoportable: sufrirían de tedio-angustia. Es posible que
tal y como andan las cosas, la realidad actual no se ajuste del todo
a las palabras de nuestro entrañable abuelito fumón, pero eso no
significa que en algunos detalles diera en el clavo y que en otros,
acertara tangencialmente, sin darse cuenta.
En las últimas décadas la sociedad
parece haberse movido por una lenta pero inexorable inercia
adormecedora. Como prueba, basta mirar cómo los viejos agentes
sociales, sindicatos y movimientos ciudadanos, iban perdiendo fuelle
al tiempo que los partidos políticos iban amansando su discurso poco
a poco e iban alternándose en el poder sin demasiados cambios
sustanciales. Podría decirse que el ciudadano se ha movido por un
lado maquinalmente, o mejor, arrastrado por el magma del estado-providencia, de tormentas políticas (reales o imaginarias),
desastres ambientales y humanitarios. Siempre poco a poco. Es cierto
que en gracias a internet y a los grandes medios de comunicación casi
no ha habido límites en la autocreación, para la la búsqueda del león y el niño que llevamos dentro. Sin embargo, hay algunos aspectos
que me hacen sospechar que a pesar de la multitud de medios para gustar,
gustarse y crearse a uno mismo, lo único que hay es el "sujeto
2.0". Aparte de la apatía, característica fundamental tal sujeto, encontramos una alarmante impasibilidad ante el regreso de ideas y actitudes que se creían superadas
(ultraderecha, tribalismo, marxismos radicales y en general,
gregarismo acrítico), además de una inmensa facilidad para dar el visto bueno
a todo esto sin percibir un horrible tufo a podrido.
En este contexto, el líder
“carismático” y vociferón, los aplausos vacíos y los tópicos
políticos no se han ido, sino que adoptan nuevas formas espoleados por nuevos
medios de comunicación e información. Resulta llamativo el caso de
los defensores de la libertad, los llamados Anonymous. En un curioso
juego de magia social, la masa internauta ha transformado en ídolos
a sujetos indeterminados y sin rostro, supuestamente alejados de la clase política pero con un discurso que
guarda enormes parecidos con el de buena parte de las ideologías de nuestro tiempo: demagogia sin límites, enorme
incapacidad (o escaso interés) en la pedagogía social y grandes
cotas de poder y manipulación. Veamos.
La forma de usar los conceptos "libertad", "acciones pacíficas", "cultura" y "derecho" por parte del grupo
roza la sátira. Sátira política cuando se repiten eslóganes maquinalmente y la masa asiente., llaman la atención dos casos tristes en lo
que respecta al uso del concepto libertad. El primero tiene que ver con el
boicot a la página de la Fundación Primo de Rivera. Que conste: no
me gusta ni la fundación ni el personaje. Lo que ocurre en este caso es preocupante, pues sencillamente se está exportando el modo de actuar de un partido con brazo armado al universo
virtual: ataque directo al grupo cuyo discurso es contrario al
propio, no al propio discurso cotrario. Al hablar de la figura de
Primo de Rivera desde la posición que cada cual estime justa nos
movemos dentro una sociedad libre. Pero eliminar una lectura, por
alejarse de la propia, es de dudosa compatibilidad con la libertad
que Anonymous predica. El segundo caso tiene que
ver con la publicación de información y datos privados de
personas afines a la infame ley Sinde, pero también de detractores
de la piratería. Y todo esto sin ningún tipo de discriminación
entre ellos. En el supuesto caso de que la publicación de datos (no
quiero pensar para qué) de personas afines a Sinde pueda ser leído
como un alegato en pro de la libertad, me niego a aceptar que eso sea
así para gente que simplemente opina que la piratería no es de su
agrado e interés. Se repite el mismo caso que en el sabotaje de la
web de la fundación: “no piensan igual, pues al ataque”. Curiosamente, tienen la costumbre de invocar la libertad de expresión y de denunciar la censura. Lo cierto es que hablando de censura y teniendo en cuenta que esta tiene su máxima expresión en la eliminación sistemática de información por el fondo y que esta eliminación suele aparejar el castigo y el linchamiento social de determinadas opiniones, me
cuesta bastante no seguir considerando a este grupo una suerte de
poderosa microideología con un peculiar sentido del pacifismo. Digo microideología y no ideología en tanto producto que posiblemente se
extinga como vino, para ser sustituido por otra forma de conducción
del imaginario colectivo, igualmente efímera y fugaz, como buena
parte de los productos de nuestro tiempo. Mientras tanto, puede
aprovechar para hacer al poco crítico y aburrido sujeto 2.0
partícipe de epopeyas colectivas sin salir de casa. Sí señor, todo un mérito.